En los últimos años, los hábitos y el estilo de vida han provocado un aumento en la morbilidad, además de la aparición y proliferación de enfermedades raras. Un ejemplo de esto es la espondilodiscitis piógena, una patología infecciosa poco común que afecta a la columna y que, de no ser tratada a tiempo, puede llegar a producir la muerte del paciente.
El ritmo evolutivo y la aparición de nuevas enfermedades ha obligado a los especialistas a readaptarse, investigar y actualizar sus conocimientos para optimizar su atención. Por ello, numerosos profesionales han optado por el Máster en Actualización en Cirugía Ortopédica y Traumatología como opción para estar al tanto de los nuevos tratamientos aplicados a pacientes con espondilodiscitis piógena.
¿Qué es la espondilodiscitis piógena?
También conocida como osteomielitis vertebral, se trata de una patología infecciosa que afecta al disco intervertebral y cuerpos vertebrales vecinos. Normalmente, esta infección se produce debido a una diseminación hematógena, llegando a producir deformidad, lesión neurológica y destrucción ósea. Su tratamiento consiste en la aplicación de antibióticos o incluso cirugía en los casos de mayor gravedad.
Generalmente, esta enfermedad afecta a las personas adultas de entre 50 y 70 años, predominando en el sexo masculino. No obstante, también existen otros factores determinantes que pueden desencadenar la aparición de la espondilodiscitis:
Diabetes mellitus
Envejecimiento
Obesidad
Cáncer
Insuficiencia renal
Consumo de esteroides
Adicción a drogas intravenosas
Otras condiciones inmunosupresoras
Su diagnóstico es clave, ya que es conveniente comenzar a tratarla a tiempo para evitar complicaciones más graves. Sin embargo, se suele identificar de forma tardía, pudiendo llegar a provocar daños irreparables al no aplicar el tratamiento de la forma indicada.
Diagnóstico
Para identificar la presencia de la enfermedad se debe tomar una imagen de toda la columna vertebral. Si bien las radiografías simples permiten detectar cambios destructivos, es recomendable realizar una resonancia magnética, ya que normalmente se produce una infección multifocal.
Sin embargo, el diagnóstico radiológico debe confirmarse con una biopsia del área afectada o hemocultivos. El objetivo de estas pruebas es identificar el patógeno causante de la infección, ya que no se debe iniciar un tratamiento con antibióticos sin conocer el origen de la enfermedad, y descartar otras enfermedades con las que a menudo se confunde como son la artrosis, la osteoporosis y neoplasias metastásicas.
Intervención quirúrgica y tratamiento tradicional
El objetivo del tratamiento es controlar y reducir el dolor, la infección y el déficit neurológico. Para ello se sigue un tratamiento conservador, indicado únicamente en los casos en los que no haya compromiso neurológico, suministrando antibióticos.
El manejo conservador conlleva la aplicación de antibióticos intravenosos en altas dosis tras conocer el origen de la infección. En la mayoría de los casos (un 60%), es producida por la bacteria Staphylococcus aureus, por lo que se aconsejan medicamentos de amplio espectro (que actúa contra una amplia gama de bacterias patógenas, tanto contra bacterias grampositivas como gramnegativas) y con gran penetración ósea.
Por el contrario, en caso de que exista déficit neurológico (debido a la compresión de la médula espinal) o haya fracasado la terapia conservadora se debe realizar una intervención quirúrgica. Cuando la destrucción vertebral es mínima las técnicas que se siguen son mínimamente invasivas, como el desbridamiento percutáneo. No obstante, si el daño es mayor, es necesario realizar una cirugía abierta en la que se lleve a cabo una artrodesis instrumentada. Estos abordajes se pueden realizar sobre la columna cervical, torácica o lumbar.
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